cerebro y dolor

Las sensaciones comienzan como señales generadas por receptores táctiles en la piel: estos viajan a lo largo de los nervios sensoriales constituidos por fibras que se conectan a las neuronas en la médula espinal. Posteriormente, las señales se trasladan al tálamo, que transmite información al resto del cerebro. La siguiente parada es la corteza somatosensorial, donde las señales se traducen en la percepción táctil.

La información somatosensorial de todo el cuerpo se extiende a la corteza formando un mapa topográfico que se enrosca alrededor del cerebro. Las áreas sensibles, como los labios y las yemas de los dedos, estimulan regiones mucho más grandes de la corteza que las partes menos sensibles. La sensibilidad de una región depende del número de receptores por unidad de área y de la distancia entre ellos. Por ejemplo, a diferencia de los labios y las manos muy sensibles, los receptores de la espalda son pocos y están muy separados, por lo que esta región del cuerpo es mucho menos sensible que las anteriores.

Los neurólogos miden la sensibilidad examinando la distancia mínima entre dos puntos de la piel que una persona puede identificar como estímulos distintos en lugar de como un solo estímulo. La percepción es mayor donde el umbral de dos puntos es más bajo, en las áreas con mayor densidad de nervios, como los dedos y los labios.

Cerebro: señales de dolor y picazón

Si nos golpeamos el dedo del pie con la puerta con fuerza, sentiremos una sensación extremadamente incomoda: el dolor. Esta es principalmente una señal de advertencia, siendo la manera en la que el cerebro indica que algo anda mal en el cuerpo. Tanto una experiencia sensorial como emocional, el dolor indica daño tisular o el potencial del mismo y hace que la experiencia se sienta desagradable para quien la está viviendo.

Después de que el dedo del pie se da contra la puerta, neuronas sensoriales especiales, nociceptores, responden al impacto: estas están en sintonía con los estímulos que causan el daño tisular, por lo que responden a estímulos fuertes, indicándonos cuándo algo es realmente peligroso. Golpearnos de manera leve contra la puerta no será dañino, pero si la pateamos con fuerza es probable que podamos rompernos un hueso, por lo que los nociceptores serán los que nos marquen la diferencia. Estos son sensibles a diferentes estímulos dolorosos, como térmicos (calor o frío), mecánicos (heridas) y químicos (toxinas o venenos).

Algunos nociceptores responden solo a los estímulos químicos que causan picazón. Los receptores de histamina se activan cuando la irritación de la piel, las picaduras de insectos o las alergias desencadenan la liberación de histamina en el cuerpo. Los receptores de picazón tienen canales moleculares en su membrana celular que se abren cuando detectan histamina. Los científicos han identificado otros receptores específicos para la picazón que se activan cuando detectan otras moléculas, como prostaglandinas, neuropéptidos y proteasas que el cuerpo libera en respuesta al dolor y los irritantes.

El envío y la recepción de mensajes

Los mensajes de dolor y picazón viajan a la médula espinal a través de las fibras nerviosas A-delta y C. Las fibras A-delta mielinizadas aíslan el nervio, por lo que los electrones se canalizan de manera efectiva y viajan más rápido, lo que permite sentir un dolor inmediato, agudo y fácilmente identificable. Las fibras C amielínicas transmiten mensajes más lentamente y sus terminaciones nerviosas se extienden por un área grande, por lo que nos ayudan a sentir dolores sordos difíciles de identificar. Desde la médula espinal, las señales se dirigen al tálamo, que transmite señales a áreas de la corteza cerebral transformando los mensajes en experiencia consciente, y una vez transformada en algo consciente podremos decidir tener más cuidado la próxima vez para evitar algo similar.

¿Cómo maneja el  dolor el cerebro?

Si dos personas atraviesan por la experiencia de golpearse el dedo del pie contra la puerta al mismo tiempo, probablemente experimentarán el dolor de manera diferente. El dolor depende tanto de la fuerza del estímulo como del estado emocional y el entorno en el que se produce la lesión. Cuando los mensajes llegan a la corteza cerebral, el cerebro puede procesarlos de forma distinta dependiendo del estado emocional del sujeto, por lo que haber tenido un buen o mal día antes del suceso podría marcar una diferencia.

La corteza envía mensajes de dolor a la materia gris periacueductal, que activa las vías que modulan el dolor. A su vez, las vías envían mensajes a las redes que liberan endorfinas, opioides naturales que actúan como morfina, un analgésico. La adrenalina producida durante situaciones de estrés emocional también sirve como analgésico. La liberación de estos químicos ayuda a regular y reducir el dolor al interceptar las señales que viajan a través de la médula espinal y el tronco encefálico. Aunque todo el mundo tiene estos circuitos cerebrales, qué tan bien funcionan y qué tan sensibles son influyen en la cantidad de dolor que siente la persona.

Ninguna zona específica del cerebro es responsable de la percepción del dolor y la picazón: los componentes emocionales y sensoriales crean un mosaico de actividad que influye en cómo percibimos el dolor. Por este motivo, algunos tratamientos exitosos se enfocan en el componente emocional como la meditación, la hipnosis, la terapia cognitivo-conductual, entre otros, observando excelentes resultados.

Para casos de emergencia Llamar al :91-667-16-46

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